Acabamos de llegar al Golfo Pérsico y lo primero que hacemos es ....¡Buscar perlas!
«He visto a Lolia Paulina cubierta de esmeraldas y de perlas entrelazadas; las joyas resplandecían por toda su cabeza, en la cabellera trenzada, las orejas, el cuello y los dedos, sumando cuarenta millones de sestercios». Esto ha escrito Plinio el Viejo, a mediados del siglo I a.C., a propósito de la tercera esposa del emperador Calígula.
Aunque pocas mujeres pueden igualar su nivel de lujo, el gusto de Lolia Paulina por las perlas esta muy generalizado en la Roma imperial.
Su uso como adorno y símbolo de estatus propicia un intenso comercio con las regiones productoras, situadas principalmente en el Golfo Pérsico.
Este origen se manifesta en el nombre que se les da en latín, «margarita», que a través del griego procede en último término del sánscrito mangara, «ramillete de flores».
Se conocen cuatro regiones perlíferas: el mar Rojo, el golfo Pérsico, India y Ceilán, a las que se suman algunas zonas de China.
A Roma llega, a través del comercio, perlas de diversas calidades, tamaños y colores. Las más apreciadas son las del mar Rojo y el golfo Pérsico, por su gran calidad y brillantez. Menos valoradas eran las perlas del mar Negro, pequeñas y de tonalidad rojiza, y las de Acarnania, en Grecia, muy bastas, de gran tamaño y tintes marmóreos.
Mientras estamos en el Golfo Pérsico pendientes de comprar perlas, nos llega la noticia de que Silvano, nuestro «margaritarius» (comerciante de perlas) emeritense favorito ha fallecido pasando su negocio a Junior; esperemos que sea igual de bueno como su padre que nunca engañó a nadie...
Mientras esperamos a los margaritarius, sin acercarnos mucho a las aguas del océano Índico porque dadas las dificultades y los riesgos de la pesca de perlas , esta actividad es llevada a cabo por criminales condenados, controlados por las autoridades locales.
Los lugareños, que se precian de ser la cuna de la civilización (¡Pobres ilusos! ¿Mejor que los romanos?) nos cuentan que en Mesopotamia nació TODO... y que ahora mismo nosotros nos hallamos . ni más ni menos, que en Sumeria.
La civilización sumeria está considerada como la primera civilización del mundo.
El término «sumerio» también se aplica a todos los hablantes de la lengua sumeria.
¿Qué religión tienen en Mesopotamia?,
¿Cuál es la religión en Mesopotamia?,
¿Cómo es la religión en Mesopotamia?
La religión en la Mesopotamia antigua es politeísta, puesto que rendían culto a una gran variedad de dioses.
¿Se creen originales? Los romanos también somos politeistas.
Los dioses de Mesopotamia tienen una apariencia antropomórfica y un comportamiento similar al de los humanos: comían, se casaban, se peleaban, tenían descendencia, etc.
La diferencia fundamental entre dioses y hombres es la inmortalidad de los primeros. Aunque podían concedérsela a quien ellos quisieran.
Los dioses mesopotámicos eran crueles y vengativos, inmisericordes con el hombre la mayoría de las veces. El mejor ejemplo de esto lo tenemos en el relato del Diluvio que envió el dios Enlil contra los hombres para exterminarlos por ser demasiado ruidosos y no dejarle dormir. Pero sobre ello volveremos cuando hablemos de Noé.
Es decir, los hombres mesopotámicos no sienten amor por sus dioses, sino una mezcla de miedo, temor y sumisión hacia sus creadores. Y de esto no se libraban ni los reyes, que debían recurrir a los oráculos para saber si los dioses aprobaban cualquiera de sus decisiones (campañas militares, sucesión, etc.)
El poder de los dioses era ilimitado y sobrenatural, de manera que tanto las bendiciones como las calamidades que experimentaba el hombre a lo largo de su vida eran causadas por ellos.
Los hombres habían sido creados para ser los servidores de los dioses, por lo cual estaban completamente a su merced y debían procurar mantenerles contentos (oraciones y plegarias), o sufrirían las consecuencias. Es decir, el hombre mesopotámico tenían una mentalidad muy pesimista de la vida. Creían que cada castigo y enfermedad que padecía estaban justificados, al haber cometido alguna ofensa contra los dioses.
Al igual que en vida, los antiguos habitantes de Mesopotamia no son especialmente optimistas con respecto al Más Allá. Lejos de verlo como un paraíso de abundancia, al igual que civilizaciones vecinas como la egipcia, los mesopotámicos tenían un concepto de la otra vida muy negativo.
El inframundo era un lugar de sombras, donde apenas había alimentos y al que iban tanto los buenos como los malos. Este pesimismo estaba causado por el entorno en que vivían, puesto que
en una época tan temprana de la historia, las personas dependían totalmente del medio que les rodeaba para subsistir. Una mala crecida, por ejemplo, podí
a condenarles irremediablemente a la muerte.
Además de en los dioses, creían en la existencia de demonios, genios y espíritus, que podían ser tanto beneficiosos, como maléficos.
Antes de la aparición de la ciencia, todo se explicaba mediante mitos (eclipses, cambio de estaciones, etc.). Ante la incapacidad de entender lo que ocurría a su alrededor, el hombre antiguo recurría a los dioses.
Sin embargo os voy a explicar algo realmente sorprendente: los zigurats.
Los zigurats son las construcciones más características de la arquitectura mesopotámica. Están formados por varias terrazas superpuestas, y es sobre la última de estas terrazas donde se asenta el templo.
Cada día, los sacerdotes se encargan de realizar una serie de ritos en torno a la estatua divina. La alimentan, asean y visten e, incluso, la sacan en procesión durante determinadas festividades religiosas, como la del año nuevo. Estos sacerdotes, hombres y mujeres, provenían de las familias de la clase alta.
Como era habitual en las culturas de la época, la magia y la religión en Mesopotamia estaban estrechamente unidas. De manera que el sacerdote era al mismo tiempo un mago. Así surgieron los sacerdotes exorcistas, encargados de expulsar a los demonios que habían poseído a un enfermo, por medio de ritos de purificación.
Pero para magia, la nuestra: la romana. Otro día os contaré cómo realizar pócimas para que se enamoren de vosotros.
Por último, no podemos olvidarnos de la llamada «prostitución sagrada» (III milenio a.C.), relacionada con el culto a la diosa Isthar. Consistía en el pago a una sacerdotisa para mantener relaciones sexuales con ella. Como diosa de la belleza y la sensualidad que era, se veneraba a esta diosa mediante el acto sexual. Las sacerdotisas dedicadas a ello tenían unos horarios fijos de culto. Asimismo, no eran consideradas simples prostitutas, sino que eran respetadas.
Pero vamos, los mesopotámicos son como Antonio Recio (LQSA), no distinguen entre «putillas» y para nosotros, los romanos, esta distinción es muy importante.
¿Qué diferencia hay entre «putilla», prostituta y meretriz? Ninguna era reconocida como persona ante la ley.
En el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico de Joan Corominas encontramos que «puta» procede de la palabra putta (muchacha), femenino de putto (muchacho), efebos y efebas a los que ya en la época romana se les asocia con la prostitución. Es decir, adolescentes, al que su mentor enseñaba algo más que el arte de la guerra.
Las prostitutas son mujeres adultas que ejercen su oficio en un prostíbulo y en los «fornix», sin moverse nunca de «su lugar de trabajo». No son mujeres libres.
Las meretrices son mujeres adultas que se ganan la vida ellas mismas. Son libres pero no están consideradas socialmente. «Meretriz» vine de «merecer». Se merecen el sueldo que ganan y se lo quedan ellas.
Por cierto: Los arcos de la planta baja del Coliseo romano, denominados «fornices» son el origen etimológico del verbo «fornicar», ya que bajo aquellos arcos cobraban por sus servicios las «fornix» o prostitutas que trabajaban en aquel transitado lugar. Cabe destacar que, aunque el término fornicar hoy en día se utiliza como sinónimo de relación sexual, en su origen esta palabra servía para definir cuando este acto se realizaba únicamente con prostitutas o fuera del matrimonio.
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